lunes, 29 de junio de 2009

VAGANCIA

Estoy esperando- dice Lety, mientras masca el sorbete de la Pepsi que se acaba de tomar. -¿Qué?- pregunta Vero, compartiendo esa reposera al sol. -Ni la más puta idea- contesta Lety, escupe el sorbete masticado y se da vuelta para dorarse la espalda. El último esfuerzo lo utiliza para acomodarse la biquini. Esta es apenas una escena, un muestra de cómo transcurrían sus días, y no es que estuvieran de vacaciones, ésta era una de las escenas más brutales, con más dinámica en la vida de estas jóvenes, abandonadas a una existencia extática, y es que han decidido no hacer nada con su vida. El dolce far niente. Deliberadamente se han propuesto entregarse a los brazos de la vagancia, sintiéndose, luego de despojarse del mandato social de la cultura del trabajo, orgullosas de eso. “Ganarse el pan con el sudor de la frente” es una frase vacía para ellas. ¿Cómo lo soportan? Fácil: han descubierto que no tiene sentido vivir haciendo lo que uno no quiere, que tienen una sola vida y que no hay por qué llenarla de proyectos para progresar. Cuando les prguntan ¿En qué andás?, ¿estudias o trabajás? Ellas responden que se quedan hasta tarde para ver por videocable las mejores series… Porque estamos en un mundo donde corremos tras la ilusión de que todo se puede, no existen los imposibles, el hombre es omnipotente. Si quiere algo va y lo toma, como sea. Las mujeres pueden tener las tetas con la forma que ellas quieran, los hombres poder y así se van dando las cosas. Frente a esto, Lety y Vero eligen renunciar a todo para tener todo lo que los demás desechan: El placer de disfrutar de la vagancia. Y la gran paradoja es que mientras los demás creyendo tenerlo todo, no tienen nada, tienen una vida repleta de falsas elecciones. Mientras ellas tienen todo el tiempo del mundo para esperar. ¿Qué? No tengo ni la más puta idea.

sábado, 27 de junio de 2009

Qué es un Poeta?? No faltará por ahí, nunca faltó, quien afirme que los poetas, realmente, no son indispensables… y yo pregunto: ¿Qué fuera de todos nosotros si no viniera la poesía a ayudarnos a comprender, cuán poca claridad tienen las cosas que llamamos claras? ¿Qué es un poeta? ¿Han visto un tigre en una jaula? En cuanto el destino se descuida, la fiera, de un salto, traspone las murallas y ya no lo cazan más. Fermenta ferocidades. Un lobo entre gallinas. Un diablo arrodillado, comulgando, con cara de inocente. Un pescador, paciente, pescando palabras en este río revuelto de ideas. Un buscador de señales en esta neblina cerrada…

martes, 23 de junio de 2009

Tercero en discordia (cuento) Ya no soportaba verlo arrodillado a mis pies. Suplicándome atención. Encima éstas sillas son tan incomodas, que de momentos preferiría pararme. En la radio del remise que nos trajo, un locutor decía que las penas de amor son penas de amor propio, y me distraje un momento pensando esa idea; luego volví a lo nuestro. Dejé de registrarlo hace tiempo. Se lo tragó la rutina de verlo en casa todo el día, haciendo nada. El café es indomable, parece jugo de tristeza. El olor del lugar es una fetidez triste. ¿A cuantos justos habrán velado aquí? . ¿Y vos? Yo que pensé que ibas a devolverme la alegría. Creo que me equivoqué. Te robé el ardor para desperdiciarlo. Me da bronca sonar melancólica o quizás romántica, pero la verdad es que mi amor por él nunca sufrió. Daba lástima. Mal afeitado, dejado, siempre con el mismo joggin mugriento, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Igual, pasaba la mayor parte del tiempo echado en el sillón mirando la tele. Me molestaba verlo así. Ahora vos, estás tan quieto en el cajón y pensar que tenías tanta energía que das la impresión de estar doblemente quieto. Yo, en cuanto termine esta farsa, me voy a ir unos días a la casa de mis viejos; No sé si estoy medio paranoica, pero me parece que algunos me miran mal. En el fondo debo conservar un brillo en los ojos. Intento no mirar a nadie, me tapo con el hombro de mi vieja. Desde aquí adentro puedo sentir el vozarrón de mi viejo, siempre con su alma de botón, queriendo averiguar como fueron las cosas. Su costado morboso queriendo saber por donde entro la bala, quien disparó primero. Como si eso sirviera de algo. Puro detalle. Por fin entra y habla un poco más bajo. Mi vieja se había parado para frenarlo un poco. El viejo se embala, y chau. Ahora esta hablando con el Chino, que parece un actor el hijo de puta. Hablando con mi viejo como si nada, tiene una cara de angelito, que resulta más inocente que un boy scaut. Desde que lo conocí tuve el presentimiento de que no era un buen tipo, mi intuición me quiso avivar pero no pude dejar de arruinarme la existencia, entonces pasó lo que tenía que pasar. Esa tarde se fueron juntos con un par de tipos más. Yo estaba regando las plantas, como siempre lo hago todo: cuido a los chicos, cuido la casa, cuido que no se me pase la comida. Que él se cuide solo. Por ahí quería quedarme deshabitada. Él habitaba la casa, el único verbo que ejercitaba. Odio sonar romántica (ya lo dije) pero el amor existe cuando lo perdés. Pensar que creí que no iba a poder querer más y me las arreglé para poder amarte. Todo lo que pasó lo puedo entender solo en ese contexto. Así cobra sentido cada acto, y mi silencio. Pude haberte frenado esa tarde, cuando vi que sacabas el revolver del bolso y te lo ponías en la cintura. Lo pensé. Pensé decirte que no lo hagas. Pero ya ves, ésta canción de amor empieza cuando me dejaste. Percibía que no me ibas a abandonar. Esto no es un abandono, te siento más cerca ahora. Te fuiste por lo heroico, en un tiroteo con la policía a la salida de un banco. Fue una estupidez. El Chino te llenaba la cabeza, mientras yo le echaba mas leña al fuego. Te conseguía laburos boludos para sacarte del medio. Disfrutábamos más cuando el chino podía caer en cualquier momento. Nos excitaba el peligro. Así fue que empezamos una historia juntos. No sé si era una forma de despertar, pero pasó. Él lo sabía todo, y bien que lo disfrutaba. Cuando nos quedábamos hasta tarde mirando televisión los tres en el sillón; Yo me levantaba y mientras me mirabas de arriba a bajo, él te miraba a vos y después a mí. Lo primero que te encargó fue que vayas a buscar un paquete a capital, algo ilegal seguro, así nos conocimos y nos miramos de forma rara; avanzamos y retrocedemos todo el tiempo. Un timer tan inconstante es intranquilizador, pero llega. Con el tiempo todo sucede. Cuando estaba con el chino me dabas lástima, en esos momentos me sentía más cerca de él. Otra vez se me cruza por la mente la posibilidad de perder, eso te hace brillar. La historia siguió, cada vez más seguido, más arriesgado. En ese límite comencé a sentirme incómoda, pero igual seguí. Reconozco que soy culpable de enrollarte en esta historia pensando que otra cosa no podía hacer. Necesitaba recuperarlo, quería tener un hombre al lado. Ahora extinto, sos hombre de verdad, alguien a quien desear. Hace unos días te descubrí el revolver. Seguro te lo procuró el Chino. Te iba a preguntar para que querrías tener un arma, pero para que preguntar si ya conocía la respuesta y si en definitiva él hizo lo que yo quería que haga. Todos hicimos lo que estaba planeado pero nadie dijo. Hasta acá creo entenderlo todo, me cierran las causas del desenlace. Lo que me crea dudas es lo que pasó esa tarde. El Chino, te vino a buscar a las dos, con la certeza de que estabas en casa con migo, siempre lo supo, y se fueron con unos tipos en un auto blanco; el mismo que después apareció allá por las cinco de la tarde en Crónica T.V., con esa música que le ponen a ese tipo de noticias y un cartel en letras rojas que decía “Delincuentes abatidos en la salida de un Banco, en Flores”. A uno lo mataron a dentro del banco, otro estaba esposado en la vereda y vos estabas en la calle, tapado con una bolsa en medio de un mar de sangre, te reconocí enseguida por las zapatillas y tu pantalón negro. Lo extraño es que el Chino llegó a eso de las tres y media y me preguntó por vos. “¿Cómo no se fue con vos?” dije; y se rió, mostrando sus dientes sucios y me volvió a preguntar ¿en serio no sabes dónde está? Su risa me hizo asustar, presintiendo que algo había tramado. “Yo pensé que se había ido con vos”, le dije. Él miró la tele prendida, yo estaba viendo la novela, y cambio los canales hasta que llegó a Crónica T.V., estaban pasando la quiniela, protestó y me dijo: “espera, ya va a aparecer”. Se sentó en su sillón frente al televisor, con su joggin mugriento, y la siempre tan inmóvil cara de contento de un ignorante que se supone victorioso, desconociendo que aniquiló la única posibilidad de salvar nuestro matrimonio.