martes, 21 de abril de 2009

La Cita (Cuento Corto)

Al girar la llave de la ducha para cerrarla notó que tenía las uñas largas. Que descuido en él, que juró contemplar todos los detalles para esta cita, olvidó sus uñas, la carta de presentación de un buen amante. Un hombre delicado, un obsesivo de los detalles que lo convertían en un atildado. Tanto esmero en su aspecto hacía que se viera rosando el límite de lo femenino, donde se confunde lo importante. No interesaba el contenido sino la forma en que se presentan las cosas, el paquete, el emboltorio daba un brillo que lo impactaba, y justamente eso fue lo que lo enamoró de ella, su ropa, su forma de caminar, sus gestos. Se envolvió en el tohallón, salió del baño y se sentó en el sillón de cuero del living a cortarselas cidadosamente. Cuando culminó con sus uñas inspeccionó su afeitada, al ras como lo amerita la ocasión, no interesa que sean las nueve de la noche la hora pautada para el encuentro, él debía estar impecable, inmaculado. Ella lo merecía. Ella que tantas veces rechazó invitaciones de toda clase, hasta las más inocentes, como ir a tomar un café al mediodía. Ella que tanto esfuerzo le costo a él conseguirla, que tantas privaciones se impuso él para lograrla. Ella estaba hoy, al fin para él. Hoy era el día, ésta era la noche esperada, tan ansiada. Por eso mismo tanto esmero en acicalarse. Tuvo que chequear su reloj pulsera para comprobar que el mundo seguia girando y que no era un sueño su cita. Lo tomó entre los dedos , lo sopló y se lo llevó al oído para oir su tic-tac como testigo sonoro de que era cierto, el tiempo corría normalmente. Entró en la habitación. Sobre la cama, la ropa extendida, sin arrugas indeseables. Había escogido para la ocación unos calzoncillos boxer blancos con el logo de Cristian Dior en un costado, como un detalle. No importa si ella no lo nota. Medias negras repitiendo el mismo logo del diseñador. Se puso la camisa, toda blanca, que suena mucho más importante que decir solamente blanca, ya que al nombrarla "toda blanca" casi si parece que encandila su blancura. El detalle del logo se repite en el costado superior izquierdo en hilo blanco, aunque en este caso cambia la casa de diseño por Ives Saint Laurent, y se mantiene en el traje, gris oscuro con unas finas rallas en tono más claro. Finalmente se puso los zapatos, no sin antes repasar la lustrada con el cubrecama, esto sólo de obsesivo, ya que podía uno afeitarse en su reflejo, porque antes de entrar en la ducha los cubrió de pomada y los cepilló. Se colocó el perfume, comprado especialmente para la ocación. Esa mañana apenas se enteró que iba a verla fue a comprase la ropa interior, y para que combine, compró el perfume Dior. Siempre fue maniatico de las combinaciones a modo de cábala, como premonitora de buena señal, hacía coincidir los detalles, le iba la vida en ello, y esta ocación tan especial, lo amerita de sobremanera. El último encuentro con ella, la despedida, el adios que sellaría su relación longeba. Tomó de arriba de la heladera los documentos y las llaves del auto. Entró en la cochera y se vió reflejado en el bordó del auto, impecable, luego de comprarse la ropa interior y el perfume pasó por el lavacoches y lo hizo lavar por dentro y por fuera, mientras se tomaba un café y saboreaba, con una amplia sonrisa,el encuentro de la noche venidera y fue en esa ocasión que se dijo por vez primera esa frace que lo acompañaría el resto del día, a modo de muletilla, que lo salva de cualquier imprevisto o tal vez de un decaimiento " No importa que ella no lo note". Salió a la calle y la ciudad contrastaba con su aspecto. Él, sus uñas, su traje, su corbata verde, su auto bordo, todo tan impecable y la ciudad toda sucia, indiferente a este encuentro, a esta última cita, a esta culminación de una historia. Al llegar a la esquina un semáforo en rojo detuvo su marcha lenta y observó unos tipos que esperaban el colectivo envueltos en su ropa vulgar con pensamientos vulgares y pensó que ni se imaginaban de su destino, de la emoción que lo envolvía a él en este encuentro con ella. Semáforo verde, acelerador que se oprime, marcha que se reanuda. Casi olvida pasar por la florería, debía recoger el encargue, una hermosa corona, discreta, de rosas blancas, que combinan con su camisa, rosas rojo fuerte combinando con su auto y la banda cruzada en letras verdes, combinando con su corbata, con la frace: "A mi amor imposible, nunca te olvidaré".

2 comentarios:

  1. cuantas veces uno juzga la cebolla por la cascara, y a medida que va sacando capa tras capa, se encuentra mas cerca del dulce corazon.
    estaremos encontrando una faceta tuya, capa tras capa, o solo queres que lloremos mientras intentamos pelarte?

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  2. Así que las uñas son la carta de presentación de un buen amanta. Haberlo sabido...
    Bueno, brindo por los amores imposibles pero un poco más por los posibles. Puertas que se cierran, puertas que se abren. Y la danza continúa.
    Bonanzas!

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